HISTORIA

ICONOGRAFÍA DE SAN JUAN EVANGELISTA



La representación de imágenes ha suscitado controversia desde los orígenes del cristianismo, en principio prohibidas en el Antiguo Testamento (Lev. 6, 1: "No haréis para vosotros ídolos, ni escultura, ni os levantaréis estatua, ni pondréis en vuestra tierra piedra pintada para inclinaros ante ella: porque yo soy Jehová vuestro Dios"). Sin embargo, al iniciarse su expansión en un medio hostil, los cristianos se sirvieron de símbolos para manifestar su fe dentro del círculo de iniciados siendo el más conocido el del pez, por ser esta palabra en griego (IXTHYS) cuyo significado es Jesús, Cristo, Hijo de Dios, Salvador.


 Esta controversia se mantendría hasta el II Concilio de Nicea (año 787), en el que se dilucidó sobre la idoneidad de las representaciones de las santas imágenes distinguiéndose entre la adoración, sólo debida a Dios, y la veneración, admitida para el culto a los santos. En este Concilio se estableció que "solamente el aspecto técnico de la obra depende del pintor. Todo su plan, su disposición depende de los Santos Padres", es por ello que establecieron manuales para la elaboración de las obras artísticas.



La Reforma Protestante reanudó los ataques contra la veneración de Imágenes por lo que el Concilio de Trento, tan importante para la transformación de las procesiones de disciplinantes en la llamada "procesión barroca", más parecida a la actual Semana Santa, reiteró en su Sesión XXV la aprobación católica a esta veneración, incidiendo en el decoro que las Sagradas Imágenes debían tener.



Aunque hoy en día el color se utiliza simplemente para atraer la atención del espectador, los artistas recurrían a dicho elemento como un signo para transmitir las cualidades morales de los representados. Durante siglos se establecieron los cánones que habrían de seguirse para la representación de las imágenes, estableciéndose la simbología de los colores. Para San Juan Evangelista, se eligieron en principio, para la túnica el blanco o azul celeste como símbolo de la virginidad del apóstol. Fue sustituido posteriormente por el verde, aunque nunca dejaron de usarse los otros. El verde representa la naturaleza, el renacimiento de ésta a la llegada de la primavera. La iconografía cristiana le otorga un significado de renovación espiritual manifestado explícitamente en el Evangelio de San Juan (Jn. 3, 7: ''No te maravilles de que te dije: "Os es necesario nacer de nuevo" ). El rojo es el color de la sangre, asociado a los mártires, pero también el del amor. En consecuencia para San Juan Evangelista tiene dos significados: por un lado el martirio al que fue sometido, aunque salió indemne de él; y por otro como símbolo de su amor a Jesús, al que jamás abandonó.

Paralelamente a los colores aparecen unidos a San Juan otros atributos. La palma es la rama del árbol del paraíso, relacionada con la tradición cristiana de la Asunción de la Virgen.


  • "Un Ángel se aparecía a la Virgen y le entregaba la palma diciendo: "María, levántate; te traigo esta rama de un árbol del paraíso, para que cuando mueras la lleven delante de tu cuerpo, porque vengo a anunciarte que tu Hijo te aguarda"...
  • ... la Madre de su Maestro esperaba la venida de la muerte. De repente sonó un trueno fragoroso, la habitación se llenó de perfumes, y apareció Cristo con un cortejo de serafines vestidos de dalmáticas de fuego...
  • ... su Espíritu se desprendía de la tierra y Cristo desaparecía con él entre nubes luminosas, espirales de incienso y misteriosas armonías. El corazón limpio, había cesado de latir; pero un halo divino iluminaba la carne inmaculada.
  • Se levantó Pedro y dijo a sus compañeros: "Obrad, hermanos, con amorosa diligencia; tomad este cuerpo, más puro que el sol de la madrugada; fuera de la ciudad encontraréis un sepulcro nuevo. Velad junto al monumento hasta que veáis cosas prodigiosas". Se formó el cortejo y las vírgenes iniciaron el desfile; tras ellas iban los Apóstoles salmodiando con antorchas en las manos, y en medio caminaba San Juan, llevando la palma simbólica.
El águila es también símbolo del evangelista por el alto valor teológico de sus escritos, por lo que también se le suele representar con el libro, la pluma y el tintero. Sin embargo, el origen del tetramorfos (las cuatro figuras con las que se representa a cada evangelista) lo encontramos en el Apocalipsis de San Juan 4, 7: "El primer ser viviente era semejante a un león; el segundo era semejante a un becerro; el tercero tenía rostro como de hombre; y el cuarto era semejante a un águila volando"; que a su vez remitiría al Antiguo Testamento, Ezequiel 1, 10: "Y la figura de sus rostros era rostro de hombre; y rostro de león a la parte derecha en los cuatro; y a la izquierda rostro de buey en los cuatro; asimismo había en los cuatro rostro de águila". El cristianismo posterior identificó a esas cuatro figuras con los símbolos de los cuatro evangelistas y, más concretamente, señaló que el águila era el de Juan, el hijo de Zebedeo, autor del Cuarto Evangelio. La causa de dicha identificación era muy sencilla: El Evangelio de San Juan está considerado como el de más altura espiritual, y el águila es considerada como el ave que vuela más alto. Además, Juan se había detenido de manera especial en el tema de la Divinidad de Cristo y, por lo tanto, se podía afirmar que se había remontado teológicamente a las alturas como si de un águila se tratara.


A San Juan Evangelista, también se le representa con un cáliz del que sale una serpiente. Esta iconografía se debe a que Aristodemus, el sumo sacerdote de Diana en Éfeso, lanzó un reto a San Juan para que bebiese de una copa que contenía un líquido envenenado. El Apóstol tomó el veneno sin sufrir daño alguno y, a raíz de aquel milagro, convirtió a muchos, incluso al Sumo Sacerdote.



También se le representa escribiendo el Apocalipsis en la isla de Patmos donde fue desterrado por el emperador Domiciano o en una tina de aceite hirviendo de la que salió sin sufrir daño. Es el único apóstol que no murió mártir, además se le representa joven, por ser considerado el más joven de los apóstoles.







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